13.7.12

Zapatito


¿Cómo empezar el día después de una noche de violación matrimonial? Sin tiempo para cuestionarse costumbres ancestrales, la mujer deja su rancho y baja al pueblo para cumplir sus tareas. Su cuerpo es una colección de contexturas pequeñas marcadas por la dureza de una vida de privaciones. La siguen tres hijos por el mismo camino de tierra y resignación. Las tradiciones se heredan y se aceptan y se sufren sin intentar cambiarlas. Pies descalzos y faldas negras. Semillas que involucionan. 

Los golpes en la puerta avisaron que el desayuno estaba listo. Apenas pudo abrir los ojos y ver la hora en la pequeña tipografía de su celular. La habitación en penumbras, el sol empujando la tela de las cortinas, su  cuerpo desnudo junto a ella, también sin ropa. El aire del cuarto era una mezcla de silencio y perfumes. Se levantó con movimientos lentos, de huesos y músculos cansados. Juntó la ropa desparramada en la urgencia nocturna de quererse un poco. La miró dormir, aún perdida en los restos de la madrugada. Bostezó. Se asomó por la ventana achicando los ojos, defendiéndose de la brutalidad luminosa del día. Caminó hasta la puerta y buscó el desayuno que esperaba apoyado en una mesita.

El entorno era el mismo de siempre. Cien metros cuadrados de pasos ajenos a interceptar. Una y otra vez, con terquedad, con la persuasión de sus propias miserables apariencias. Un día igual a otro. Una cadena de igualdades, una multiplicación chata, una eterna carretera recta, aburrida casi infernal. No conocen otras opciones. ¿Será que desde afuera se ve todo más terrible?

Edificios con historia. Ya los tenían catalogados desde que planearon su viaje por internet. A cada paso sienten la vibración de ese suelo impregnado de leyendas. No alcanzan ni la cámara ni las miradas para asimilar el paisaje. El silencio de la contemplación los deja solitarios, cada uno busca su ángulo de observación para luego comentar entusiasmados sus impresiones personales. 

-Tres pulseras por diez. Cómprame. Cómprame.
La frase constante para quien observa en silencio el rumor del parque. Incansables ofertas, repetidas negaciones, curiosidad de los recién llegados. Ella pasea concentrada por un mapa en blanco y negro. Él tiene la poderosa sensación de ver toda la pobreza de un estado en un zapatito gastado. Observa los pies dentro de ese calzado curtido y cansado, como debe tener alma y el cuerpo, piensa. Y sin embargo son parte del souvenir del turista, son parte de las postales y las fotos para el estante de la oficina. Este juego de todos los días tiene algo de macabro. Esta desigualdad de oportunidades es resultado de una ruleta cósmica sin chance a devolver si no nos convence el regalo. 

Época de lluvias. El sol tapado por las nubes como un político por sus guardaespaldas. En diez segundos el parque queda desierto y la gente busca refugios. La lluvia envía clientes a los cafés.  Los pies descalzos solo esperan bajo un alero que el aguacero termine. El agua lava la tarde y las luces de la plaza anuncian la noche. Subsistencia convertida  en pintoresca realidad de folleto. Las fotos enviadas por e-mail son la novedad del día para los familiares que están en casa. Imágenes que dicen que algo anda mal pero a nadie le importa.

--Este texto forma parte del libro "Vaivenes de un esqueleto" 
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